–¿Me leerá usted sus poemas? Imagino que son ineficientes, arbitrarios y sobre todo, reconfortantes.

ni una nube

No había ni una nube en mi alma,
ninguna sensación de malestar y,
no envidiaba nada,
no tenía ni un deseo insatisfecho.
Estaba tumbado con los ojos abiertos,
en un estado singular;
estaba ausente de mí mismo,
me sentía deliciosamente lejano.

Ni un ruido vino a molestarme;
me había rodeado de una tranquilidad imperturbable.

Sólo el monótono rumor apagado del gran silencio vacío llegaba a mis oídos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario